Calle. del Coso,. Calle de Alfonso I Teatro Principal Hotel Oriente.
Enseguida fuimos dejando atrás el nudo de vías y el paisaje se iba aclarando. Una parada. Vallecas. Otro pueblo casi inmediato al anterior, San Fernando de Henares. Aquí mi padre algo quiso contarme sobre si antes de la guerra algunos domingos de verano venían desde Madrid a pasar el día a la orilla del Jarama. No sé si entendí bien lo que quería decirme porque yo iba totalmente entregado a la ventanilla y a todo lo que a su través se veía. De repente se abrió la puerta del compartimiento y dos hombres, uno más joven que el otro, entraron dijeron " buenos días" y añadieron llevándose la mano a la solapa " policía, documentación por favor". Deje de mirar por la ventanilla y toda mi atención se fijó en lo que sucedía en el interior. Los hombres de las dos parejas que nos acompañaban empezaron a rebuscar en sus carteras y al fin llegaron a encontrar cada uno un papel que mostraron y que fueron cuidadosamente leídos. Finalizada su lectura les eran devueltos a su origen. Llego el turno de mi padre. Antes el más joven de los policías había pasado revista con la mirada a mi madre, a mi hermana y a mi. Mi padre tiro de cartera y enseño un papel al que llamó "cédula" y contesto a la pregunta que le hicieron: dijo que viajaba con su esposa y sus hijos a Zaragoza y que el domingo regresaríamos a Madrid. Salieron susurrando gracias y buen viaje y cerraron la puerta del apartamento. Cuando marcharon los adultos que viajaban en nuestro departamento no comentaron nada pero según me dijo mi padre más tarde a solas todos se notaron aliviados. Recién terminada la guerra civil para viajar aún dentro de España era necesario proveerse de un permiso especial y eso decía mi padre que era para garantizar la seguridad del viaje. Con todo ello ya habíamos rebasado
Alcalá de Henares. Y un nuevo sucedido suscitó mi curiosidad. Uno de los hombres que nos
acompañaban cogio de lo alto una caja y la abrió y sacó unos trozos de pan y unos chorizos que repartió con sus acompañantes. "Quieren acompañarnos" dijo acompañando la pregunta del gesto con el que ofrecía la comida. " No muchas gracias" También nosotros nos disponemos a comer algo" "quizás a los niños les apetezca algo de chorizo" esto dirigido muy especialmente a mi. Yo moví la cabeza indicando que no y acompañando la nueva excusa y las gracias que mi padre repetía. Ya en todo el apartamento se había extendido el olor intenso que el chorizo despedía. Fue el aviso que mi madre necesito para abrir el paquete que contenía nuestra comida. Los matrimonio bebían vino que extraían de un chisme que enseguida supe que se llamaba " bota " y que se arrimaban a los labios sin que el pitorro de la bota llegara a tocarlos y cuando empezaba a salir el líquido alejaban la bota de la boca y se veía el chorrito de vino que penetraba directamente en la boca. Una rara habilidad de la que se mostraban muy orgullosos. La bota fue ofrecida a mi padre que también fue rehusada. Ya estábamos dando cuenta de los bocadillos de jamón que mi madre había preparado y los acompañábamos de tragos de agua que venían contenidos en dos cantimploras y que vertíamos en sendos vasos de aluminio, uno para cada uno. Por supuesto que también nuestra comida fue ofrecida a los compañeros de viaje bajo la fórmula al uso de preguntar que si les gustaba. La respuesta también al uso: que no les gustaban los bocadillos de jamón y que muchas gracias.
Al fin pude volver a mi ventanilla y a recrearme en el paisaje y en cuanto permanecía en el. Pero quia. Todo duro muy poco. Uno de los hombres había sacado como una cartera llena de tabaco, que luego supe que era una petaca. La ofreció a mi padre que esta vez sí la tomo la abrió y dejó caer en su mano izquierda una pequeña proporción de tabaco. Devolvió la petaca y con la otra mano comenzó a retirar del tabaco algún palito o cualquier otra pequeña cosa que le parecía que no era tabaco y al fin la mano libre busco en algún bolsillo un librillo de papel de fumar del que escogió una hoja en la que volcó el montoncito de tabaco y comenzó, con una habilidad que ya había admirado en muchísimas ocasiones a liar el cigarrillo..Acunó el tabaco en el papel y con las dos manos empezó poco a poco a liar el cigarrillo y finalmente pasó la lengua por el fino canto del papel para humedecer
la goma que contenía. Apretó el papel y ya está el cilindro estaba perfectamente formado. Remato los extremos y llego el momento del encendido. Sacó un mechero, provocó una pequeña lengua de fuego y tentiendo el cigarro por una punta en la boca aplicó la lumbre a la otra. Aspiró profundamente, entorno los ojos y exhalo un nubarrón de humo al mismo tiempo que manoteaba con las dos manos tratando de sacudirse alguna pizca de tabaco que le había caido en la pechera de la camisa. Mi madre no quitaba el ojo a la operación. Una mezcla de orgullo compartiendo el éxito de la operación y de repulsa porque la camisa hubiese quedado dañada por alguna chispa. Todo el compartimento estaba lleno de humo del tabaco. Mi padre bajo un poco la ventanilla tratando de mejorar el ambiente pero lo que consiguió fue todo lo contrario, al del tabaco se unió el humo y la carbonilla de la locomotora. Según me dijeron luego me quedé dormido hecho un ovillo junto a mi ventanilla.
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