miércoles, 8 de agosto de 2018

TREN ( 2 )

No recuerdo la hora de partida de aquel tren que habría de llevarnos a Zaragoza. Sería alrededor del mediodía. Mi padre se encargo de localizar primero el tren y luego nuestro vagón. Viajábamos en tercera. Pasarían muchos años y muchas cosas antes de que promocionáramos a clase superior. Aquel tercera lo era de compartimentos. Esto es, todo el vagón estaba dividido en compartimentos en cada uno de los cuales se acomodaban ochos pasajeros que se daban frente cuatro con cuatro con una ventanilla al exterior y enfrente a esta una puerta corredera por la que se accedía al compartimiento. Enseguida conquiste el espacio de la ventanilla. Iría sentado dando cara al sentido de la marcha con la ventanilla a la izquierda, mi padre a la derecha. Enfrente Conchita, mi hermana y a su lado mi madre. Poco antes de que el tren se pusiera en marcha dos matrimonios de mediana edad ocuparon los cuatro asientos libres. Llegaron, saludaron con un escueto" buenos días" y acomodaron en las repisas encima de sus asientos sus equipajes y bultos. Desde mi ventanilla observe el movimiento que había en el andén. Pasajeros que corrían buscando su vagón, carretillas que iban y venian esquivando a los peatones. Muchas personas estaban allí para despedir a familiares o amigos que viajaban. Los del andén hablaban mirando hacia arriba y alargando la mano tratando de apretar la mano de alguien que yo no veía y que como yo, mejor nosotros, íbamos a marchar. En esto oí un ruido enorme. Los que estaban el andén parados y los que iban de un lado para otro, se estrecharon hacia nuestro tren..y en seguida vi llegar por la vía de enfrente un tren conducido por una enorme locomotora que llegaba jadeando y resoplando anunciando así su llegada. El maquinista sintiéndose héroe contemplando como yo el ambiente con la cara tiznada por el humo y la carbonilla. Sentí luego como un ruido metálico y un brusco movimiento del vagón. Eso es, dijo.mi padre, que acaban de enganchar la locomotora. Y al cabo de un rato después de un prolongado pitido ronco de la máquina, nos pusimos en movimiento. El andén se iba quedando atrás y en el las personas que a mi me parecía que habían ido a despedirnos moviendo los brazos y ondeando un pañuelo blanco. El traqueteo se hacía cada vez más frecuente a medida que el tren alcanzaba velocidad. Avanzábamos entre un lío de vías que se entrecruzaban, unas vacías y otras ocupadas por vagones o máquinas que estaban allí, suponía yo que descansando de algún trajín anterior. ¿ Y cómo sabe el maquinista la vía que tiene que escoger para no chocar con algún vagón suelto o con otro tren ? Pregunté al aire. Y mi padre siempre pendiente de mi, dijo : hay unas personas que se ocupan de que eso no ocurra se llaman guardaagujas que mueven oportunamente  las vías, las agujas, y conducen al tren por su camino, evitando choques o que el tren ocupe una vía por la que pueda venir otro en dirección contraria. Buff..... es lo único que se me ocurrió decir..
El viaje comenzaba. Al cabo de seis horas. Zaragoza....pero eso hay que contarlo y da para otro capítulo.

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