miércoles, 1 de agosto de 2018

MI MADRE



Teresa Cuesta García nació en Madrid, en el número 29 de la calle del Espíritu Santo, en el barrio de Chamberí, el nueve de abril de 1906. Fue bautizada en el que es hoy Monasterio de las Madres Benedictinas y era entonces Parroquia de Covadonga en la calle de San Roque.
Por sus antepasados era de larga tradición madrileña.
Teresa fue la mayor de seis hermanos. Tres de ellos Cándido, Paz y Víctor murieron muy jóvenes. Los otros dos que llegaron a la edad adulta fueron Francisco y Carmen.
La familia residió en Madrid y luego arrastrada por los diversos oficios del cabeza de familia en Granada y Sevilla y al comienzo de los años 20 regresaron definitivamente a Madrid.
Desde muy niña Teresa ayudó a su madre en las tareas domésticas y aun en sábados y domingos ayudaba a su padre en el rastro madrileño donde instalaban un puesto en el que vendían retales y telas diversas.
Teresa no cursó estudios superiores y enseguida trabajó fuera de casa para contribuir a sacar adelante a la familia.
Fue empleada del Metro. Pese a que su infancia y años juveniles no fueron fáciles siempre se mostró alegre y optimista, rasgos que perduraron durante toda su vida. Era muy castiza. Poseía una gran fuerza interior y una extraordinaria condición para animar cualquier idea y empujar hasta lograr cualquier proyecto. Vencía todos los obstáculos que pudieran impedir lograr lo que se proponía. Añadía a todo eso una extraordinaria capacidad de trabajo. Siempre pendiente de los suyos y de su casa. Siempre "maquinando" una reforma, pensando en cambiar algo para mejorarlo y siempre animando y "empujando" también en la tienda y pendiente de los suyos: su marido y sus hijos. Nada que les pudiera afectar le pasaba inadvertido. Para animar, para empujar, para corregir... Era generosa y espléndida cuando la ocasión así lo requería... Sabía que lo que distingue a unas personas de otras depende en gran medida de las personas mismas, de su propia estimación. Pues bien, su vida fue una constante beligerancia contra lo grosero, lo chabacano, lo ordinario, lo sucio...
Siempre Teresa se presentó pulcra y radiante, en cualquier situación y ante quienquiera que fuese con un señorío y una "clase" extraordinaria. Por eso sin necesidad de acudir a la Universidad y obtener un título académico fue desde muy joven Doña Teresa.
Se entregó a los suyos de forma tal que llegó a sacrificarse de forma máxima. En los últimos años de su vida cuando la artrosis la tenía prácticamente paralizada la horrorizaba pensar que su situación pudiera interferir en la vida de sus hijos. Y cuando se agravaba algún achaque se esforzaba para alejar de ellos la lógica preocupación. Su máximo sacrificio fue aceptar con enorme entereza y aun alegría trasladarse a residir a la Residencia de Mayores de la Seguridad Social en Lorca, Murcia, donde residió los últimos cuatro años de su vida, lejos de sus hijos y nietos y...lejos de su Madrid. Allí murió en aquella Residencia de un infarto en las primeras horas de la tarde del 17 de noviembre de 1992. Su cuerpo fue trasladado a Madrid y enterrado en el Cementerio de la Almudena en la tumba familiar junto a sus padres y su marido




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