martes, 11 de septiembre de 2018
lunes, 10 de septiembre de 2018
Cartas a ABC 140996 Misa
domingo, 9 de septiembre de 2018
sábado, 8 de septiembre de 2018
jueves, 6 de septiembre de 2018
Cartas a ABC 050301 Sintel
miércoles, 5 de septiembre de 2018
sábado, 1 de septiembre de 2018
viernes, 31 de agosto de 2018
jueves, 30 de agosto de 2018
Cartas a ABC 290407 Anuncios
En la edición de ABC del pasado viernes 27 que ha llegado a los suscriptores de Madrid y supongo que en todos los ejemplares de los kioskos de la capital, se han insertado a toda página y en color, dos anuncios cuya comparación mueve a risa, a sarcasmo y finalmente a indignación. E uno de ellos, página 65, en las páginas de Madrid, que no se editan en todos los ejemplares que viajan a provincias, la Comunidad de Madrid anuncia con su mayor satisfacción la puesta en servicio de una nueva línea de Metro, lo que supone doce estaciones y casi 17 kilómetros de ampliación. Por cierto, algo que últimamente se está haciendo rutinario para esa y otras ampliaciones.
El otro anuncio, en la página 22 lo ha pagado el Ministerio de Fomento y anuncia triunfalmente a los lectores de toda España, que "ya han comenzado las obras de acceso de Cercanías de Madrid a la Terminal T4 del Aeropuerto de Barajas.
Este anuncio ¿ es fruto de un arrebato de celos del Ministerio que dirige la Sra. Alvarez que no tiene en Madrid nada que llevarse a la boca en materia de inauguraciones de infraestructuras ? ¿ Incluirá el Sr. Simancas esa obra en su programa, con lo cual ya lleva por delante un plazo de ejecución?
Cabe pensar que se trata de una sutileza muy propia de las agudas mentes socialistas que nos gobiernan, a saber : como dentro de unos días la Comunidad anunciará la llegada del Metro a la terminal T-4, puede que algunos o muchos lectores no distingan entre Cercanías y Metro y deduzcan ingenuamente que las obras comenzadas con el anuncio del viernes 27 de abril ya han sido concluidas. Antes, por cierto que las de la Puerta del Sol.
Un cordial saludo
Fo.: Francisco J. Muñoz de Morales Cuesta
miércoles, 29 de agosto de 2018
Cartas a ABC 101215 El Teatro Real
Cartas a ABC 230214 Curo Vargas
Cartas a ABC 030614 Patriotismo
Cartas a ABC 220714
Cata a ABC 240815 Y el Madrid ¿qué ...?
Carta a ABC 040915 Y la ONU ¿ qué...?
Carta a ABC 310816 Permiso
Carta a ABC 270818 Atención al Peatón
domingo, 12 de agosto de 2018
Tren ( 4 )
Al fin llegamos Zaragoza. En un taxi nos acomodamos como pudimos con nuestro equipaje y enseguida llegábamos a la calle Coso al Hotel Oriente. Todo me llamaba la atención. Cenamos y a la cama. Mañana, dijo mi padre va a ser un día de emociones. No comprendía yo muy bien cómo después de pasar todo el día en el tren cabía esperar más emociones sin subir a un tren.
sábado, 11 de agosto de 2018
Tren ( 3 )
Enseguida fuimos dejando atrás el nudo de vías y el paisaje se iba aclarando. Una parada. Vallecas. Otro pueblo casi inmediato al anterior, San Fernando de Henares. Aquí mi padre algo quiso contarme sobre si antes de la guerra algunos domingos de verano venían desde Madrid a pasar el día a la orilla del Jarama. No sé si entendí bien lo que quería decirme porque yo iba totalmente entregado a la ventanilla y a todo lo que a su través se veía. De repente se abrió la puerta del compartimiento y dos hombres, uno más joven que el otro, entraron dijeron " buenos días" y añadieron llevándose la mano a la solapa " policía, documentación por favor". Deje de mirar por la ventanilla y toda mi atención se fijó en lo que sucedía en el interior. Los hombres de las dos parejas que nos acompañaban empezaron a rebuscar en sus carteras y al fin llegaron a encontrar cada uno un papel que mostraron y que fueron cuidadosamente leídos. Finalizada su lectura les eran devueltos a su origen. Llego el turno de mi padre. Antes el más joven de los policías había pasado revista con la mirada a mi madre, a mi hermana y a mi. Mi padre tiro de cartera y enseño un papel al que llamó "cédula" y contesto a la pregunta que le hicieron: dijo que viajaba con su esposa y sus hijos a Zaragoza y que el domingo regresaríamos a Madrid. Salieron susurrando gracias y buen viaje y cerraron la puerta del apartamento. Cuando marcharon los adultos que viajaban en nuestro departamento no comentaron nada pero según me dijo mi padre más tarde a solas todos se notaron aliviados. Recién terminada la guerra civil para viajar aún dentro de España era necesario proveerse de un permiso especial y eso decía mi padre que era para garantizar la seguridad del viaje. Con todo ello ya habíamos rebasado
Alcalá de Henares. Y un nuevo sucedido suscitó mi curiosidad. Uno de los hombres que nos
acompañaban cogio de lo alto una caja y la abrió y sacó unos trozos de pan y unos chorizos que repartió con sus acompañantes. "Quieren acompañarnos" dijo acompañando la pregunta del gesto con el que ofrecía la comida. " No muchas gracias" También nosotros nos disponemos a comer algo" "quizás a los niños les apetezca algo de chorizo" esto dirigido muy especialmente a mi. Yo moví la cabeza indicando que no y acompañando la nueva excusa y las gracias que mi padre repetía. Ya en todo el apartamento se había extendido el olor intenso que el chorizo despedía. Fue el aviso que mi madre necesito para abrir el paquete que contenía nuestra comida. Los matrimonio bebían vino que extraían de un chisme que enseguida supe que se llamaba " bota " y que se arrimaban a los labios sin que el pitorro de la bota llegara a tocarlos y cuando empezaba a salir el líquido alejaban la bota de la boca y se veía el chorrito de vino que penetraba directamente en la boca. Una rara habilidad de la que se mostraban muy orgullosos. La bota fue ofrecida a mi padre que también fue rehusada. Ya estábamos dando cuenta de los bocadillos de jamón que mi madre había preparado y los acompañábamos de tragos de agua que venían contenidos en dos cantimploras y que vertíamos en sendos vasos de aluminio, uno para cada uno. Por supuesto que también nuestra comida fue ofrecida a los compañeros de viaje bajo la fórmula al uso de preguntar que si les gustaba. La respuesta también al uso: que no les gustaban los bocadillos de jamón y que muchas gracias.
Al fin pude volver a mi ventanilla y a recrearme en el paisaje y en cuanto permanecía en el. Pero quia. Todo duro muy poco. Uno de los hombres había sacado como una cartera llena de tabaco, que luego supe que era una petaca. La ofreció a mi padre que esta vez sí la tomo la abrió y dejó caer en su mano izquierda una pequeña proporción de tabaco. Devolvió la petaca y con la otra mano comenzó a retirar del tabaco algún palito o cualquier otra pequeña cosa que le parecía que no era tabaco y al fin la mano libre busco en algún bolsillo un librillo de papel de fumar del que escogió una hoja en la que volcó el montoncito de tabaco y comenzó, con una habilidad que ya había admirado en muchísimas ocasiones a liar el cigarrillo..Acunó el tabaco en el papel y con las dos manos empezó poco a poco a liar el cigarrillo y finalmente pasó la lengua por el fino canto del papel para humedecer
la goma que contenía. Apretó el papel y ya está el cilindro estaba perfectamente formado. Remato los extremos y llego el momento del encendido. Sacó un mechero, provocó una pequeña lengua de fuego y tentiendo el cigarro por una punta en la boca aplicó la lumbre a la otra. Aspiró profundamente, entorno los ojos y exhalo un nubarrón de humo al mismo tiempo que manoteaba con las dos manos tratando de sacudirse alguna pizca de tabaco que le había caido en la pechera de la camisa. Mi madre no quitaba el ojo a la operación. Una mezcla de orgullo compartiendo el éxito de la operación y de repulsa porque la camisa hubiese quedado dañada por alguna chispa. Todo el compartimento estaba lleno de humo del tabaco. Mi padre bajo un poco la ventanilla tratando de mejorar el ambiente pero lo que consiguió fue todo lo contrario, al del tabaco se unió el humo y la carbonilla de la locomotora. Según me dijeron luego me quedé dormido hecho un ovillo junto a mi ventanilla.
miércoles, 8 de agosto de 2018
TREN ( 2 )
No recuerdo la hora de partida de aquel tren que habría de llevarnos a Zaragoza. Sería alrededor del mediodía. Mi padre se encargo de localizar primero el tren y luego nuestro vagón. Viajábamos en tercera. Pasarían muchos años y muchas cosas antes de que promocionáramos a clase superior. Aquel tercera lo era de compartimentos. Esto es, todo el vagón estaba dividido en compartimentos en cada uno de los cuales se acomodaban ochos pasajeros que se daban frente cuatro con cuatro con una ventanilla al exterior y enfrente a esta una puerta corredera por la que se accedía al compartimiento. Enseguida conquiste el espacio de la ventanilla. Iría sentado dando cara al sentido de la marcha con la ventanilla a la izquierda, mi padre a la derecha. Enfrente Conchita, mi hermana y a su lado mi madre. Poco antes de que el tren se pusiera en marcha dos matrimonios de mediana edad ocuparon los cuatro asientos libres. Llegaron, saludaron con un escueto" buenos días" y acomodaron en las repisas encima de sus asientos sus equipajes y bultos. Desde mi ventanilla observe el movimiento que había en el andén. Pasajeros que corrían buscando su vagón, carretillas que iban y venian esquivando a los peatones. Muchas personas estaban allí para despedir a familiares o amigos que viajaban. Los del andén hablaban mirando hacia arriba y alargando la mano tratando de apretar la mano de alguien que yo no veía y que como yo, mejor nosotros, íbamos a marchar. En esto oí un ruido enorme. Los que estaban el andén parados y los que iban de un lado para otro, se estrecharon hacia nuestro tren..y en seguida vi llegar por la vía de enfrente un tren conducido por una enorme locomotora que llegaba jadeando y resoplando anunciando así su llegada. El maquinista sintiéndose héroe contemplando como yo el ambiente con la cara tiznada por el humo y la carbonilla. Sentí luego como un ruido metálico y un brusco movimiento del vagón. Eso es, dijo.mi padre, que acaban de enganchar la locomotora. Y al cabo de un rato después de un prolongado pitido ronco de la máquina, nos pusimos en movimiento. El andén se iba quedando atrás y en el las personas que a mi me parecía que habían ido a despedirnos moviendo los brazos y ondeando un pañuelo blanco. El traqueteo se hacía cada vez más frecuente a medida que el tren alcanzaba velocidad. Avanzábamos entre un lío de vías que se entrecruzaban, unas vacías y otras ocupadas por vagones o máquinas que estaban allí, suponía yo que descansando de algún trajín anterior. ¿ Y cómo sabe el maquinista la vía que tiene que escoger para no chocar con algún vagón suelto o con otro tren ? Pregunté al aire. Y mi padre siempre pendiente de mi, dijo : hay unas personas que se ocupan de que eso no ocurra se llaman guardaagujas que mueven oportunamente las vías, las agujas, y conducen al tren por su camino, evitando choques o que el tren ocupe una vía por la que pueda venir otro en dirección contraria. Buff..... es lo único que se me ocurrió decir..
El viaje comenzaba. Al cabo de seis horas. Zaragoza....pero eso hay que contarlo y da para otro capítulo.
miércoles, 1 de agosto de 2018
MI MADRE
Teresa Cuesta García nació en Madrid, en el número 29 de la calle del Espíritu Santo, en el barrio de Chamberí, el nueve de abril de 1906. Fue bautizada en el que es hoy Monasterio de las Madres Benedictinas y era entonces Parroquia de Covadonga en la calle de San Roque.
Por sus antepasados era de larga tradición madrileña.
Teresa fue la mayor de seis hermanos. Tres de ellos Cándido, Paz y Víctor murieron muy jóvenes. Los otros dos que llegaron a la edad adulta fueron Francisco y Carmen.
La familia residió en Madrid y luego arrastrada por los diversos oficios del cabeza de familia en Granada y Sevilla y al comienzo de los años 20 regresaron definitivamente a Madrid.
Desde muy niña Teresa ayudó a su madre en las tareas domésticas y aun en sábados y domingos ayudaba a su padre en el rastro madrileño donde instalaban un puesto en el que vendían retales y telas diversas.
Teresa no cursó estudios superiores y enseguida trabajó fuera de casa para contribuir a sacar adelante a la familia.
Fue empleada del Metro. Pese a que su infancia y años juveniles no fueron fáciles siempre se mostró alegre y optimista, rasgos que perduraron durante toda su vida. Era muy castiza. Poseía una gran fuerza interior y una extraordinaria condición para animar cualquier idea y empujar hasta lograr cualquier proyecto. Vencía todos los obstáculos que pudieran impedir lograr lo que se proponía. Añadía a todo eso una extraordinaria capacidad de trabajo. Siempre pendiente de los suyos y de su casa. Siempre "maquinando" una reforma, pensando en cambiar algo para mejorarlo y siempre animando y "empujando" también en la tienda y pendiente de los suyos: su marido y sus hijos. Nada que les pudiera afectar le pasaba inadvertido. Para animar, para empujar, para corregir... Era generosa y espléndida cuando la ocasión así lo requería... Sabía que lo que distingue a unas personas de otras depende en gran medida de las personas mismas, de su propia estimación. Pues bien, su vida fue una constante beligerancia contra lo grosero, lo chabacano, lo ordinario, lo sucio...
Siempre Teresa se presentó pulcra y radiante, en cualquier situación y ante quienquiera que fuese con un señorío y una "clase" extraordinaria. Por eso sin necesidad de acudir a la Universidad y obtener un título académico fue desde muy joven Doña Teresa.
Se entregó a los suyos de forma tal que llegó a sacrificarse de forma máxima. En los últimos años de su vida cuando la artrosis la tenía prácticamente paralizada la horrorizaba pensar que su situación pudiera interferir en la vida de sus hijos. Y cuando se agravaba algún achaque se esforzaba para alejar de ellos la lógica preocupación. Su máximo sacrificio fue aceptar con enorme entereza y aun alegría trasladarse a residir a la Residencia de Mayores de la Seguridad Social en Lorca, Murcia, donde residió los últimos cuatro años de su vida, lejos de sus hijos y nietos y...lejos de su Madrid. Allí murió en aquella Residencia de un infarto en las primeras horas de la tarde del 17 de noviembre de 1992. Su cuerpo fue trasladado a Madrid y enterrado en el Cementerio de la Almudena en la tumba familiar junto a sus padres y su marido
MI SUEGRO
Se crio en San Pedro de Paredes, en el Concejo de Valdés (Asturias) y desde joven ayudó a su padre en la administración de la propiedad de La Torre. A los dieciocho años emigró a Cuba entrando a trabajar en una peletería que había en La Habana en la llamada "manzana de Gómez". La peletería se llamaba " La Libertad" y su dueño era un oriundo de Gera, Tineo, que había tenido amistad con el padre de Antonio. Como al cabo de dos años se le presentó una fuerte dolencia en la espalda que le obligó a ingresar en el Sanatorio del Centro Asturiano de la Habana en el que como remedio le prescribieron reposo absoluto en cama dura durante por lo menos seis meses. Ante esa perspectiva prefirió regresr a España y recuperarse en casa donde sería observado por su tío Manuel Anciola. Una vez dado de alta fue llamado a filas al Ejército siendo destinado a Melilla, en donde coincidió con Eduardo Ochoa Echevarrieta, casado con María Dolores Anciola Asenjo, hija de su tío Manuel Anciola y que era capitan del Ejército. Antonio llevó a Melilla un certificado expedido por el Dr. Landeira, de Luarca en el que se decía que aun cuando se encontraba curado no era conveniente que realizara trabajos o ejercicios fuertes. Gracias al certificado y a la influencia del Capitan Ochoa fue empleado por el General Castro Girona, Jefe militar de la zona, en su propia oficina. Cuando fue licenciado el General le dió una carta en la que reconocía el buen trabajo realizado. Cuando regresó a Paredes se estaba construyendo la carretera Paredes-Luarca y entró a trabajar en la obra como "listero" es decir controlador del trabajo de los obreros y confeccionador de los partes que servían para hacer la nómina de los mismos. Trabajando en esa obra recibió una carta de su cuñado Daniel González, marido de su hermana Amelia, que poseía una "bodega" en La Habana en la que le proponía ir a Cuba a hacerse cargo del puesto de encargado de la "bodega" que acababa de quedar vacante. Viaja a Cuba por segunda vez y se emplea en la "bodega" de Daniel y Amelia situada en el Vedado, en 23 y 8. Trabajando en la bodega conoce a la que sería más tarde su esposa, Teresa Clark Alvarez, Terina, que vivía en las cercanías de la tienda. La crisis financiera que comenzó en 1929 golpeó durísimamente a Cuba. Daniel González llegó a verse obligado a vender la "bodega". Lo que había comprado por 14.500 $ solo valió 400 en el momento de su venta. El paró alcanzó al 70 por ciento de la población en edad de trabajar Por lo que Antonio decidió regresar a España a donde llega en 1932. El 12 de diciembre de ese mismo año, cuando ya él se encontraba en Paredes, contrajo matrimonio por poder con María Teresa - "Terina"- Clark Alvarez. Terina viajó a España y el 11 de enero de 1933 contrajeron matrimonio canónico en la Parroquia de San Pedro de Paredes. El se había empleado en Electra del Esva, S.A. y el matrimonio se instaló en la calle Olavarrieta de Luarca. Desarrolló toda su vida laboral en la citada Empresa de la que llegó a ser nombrado Gerente en 1960. Fue persona de grandísima confianza de la familia Trelles, banqueros en Luarca, lo que le proporcionó mucho trabajo incrementando sus relaciones personales. En 1963, coincidiendo con la transformación de Electra del Esva, S.A., que pasó de ser una empresa familiar a depender de una gran empresa de ámbito nacional, sufrió un grave depresión, quizás abrumado por las nuevas responsabilidades que contraía y contrariado también por el nombramiento de un ingeniero que se convirtió en Director General. Todo ello contribuyó sin duda a que contrajera una gravísima enfermedad que fue diagnosticada como esclerosis lateral amiotrófica. El matrimonio Anciola se trasladó a vivir a la casa de La Torre, en San Pedro de Paredes, donde encontrarían el fin de sus vidas.
Antonio fue una persona que se hizo querer y respetar por cuantos le conocieron. Austero, honrado, trabajador, servicial para todo el mundo, tenía siempre una palabra amable para cuantos se acercaban a él. Aunque la enfermedad hizo estragos en su capacidad física su fuerza moral le hizo luchar contra ella aunque finalmente, al cabo de más de veinticinco años de lucha resultara vencido.
Esta es la casa en el Valle del río Esva en San Pedro de Paredes donde nació Antonio Anciola Suárez y donde vivió los largos años de su enfermedad. Fue construida por su abuelo José Anciola García de Paredes en 1904.