En esta casa vivió mi familia desde 1932 hasta que fue derribada en los 90 para ampliar el paso a la calle a la que hacia esquina. El cuarto piso y cinco huecos, dos balcones y dos ventanas que se ven con claridad, más otra ventana que da a la calle lateral. Desde aquellos pisos se divisaban entonces con nitidez edificios de la Ciudad Universitaria y el patio del Colegio de los Salesianos.
La tienda estaba a la derecha y en el momento de la fotografía había ya desaparecido el tranvía que circulaba por la acera de la izquierda de la foto.
El parapeto que se construyó en el mes de octubre de 1936 dividía a la calle de manera perpendicular de forma que la casa quedaba detrás de él en el fondo y la tienda en el lado de acá. La acera de la derecha está orientada al norte y la de la casa al oeste.
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En el artículo anterior la familia ya estaba acomodada (?) en la tienda, la calle estaba partida por un parapeto y por la cueva de la tienda se accedía al refugio que se había construído bajo los edificios comunicándolos entre si. De repente mi padre aparece convocado para ser alistado porque su reemplazo ha sido llamado a filas. La conmoción y el disgusto de mis padres debió de exceder de cuanto se pueda imaginar. Empiezan las cábalas y las ideas para tratar de eludir ese trance. Y según tengo sabido aparece un médico, de ideas afines, que le recomienda un "tratamiento" para tratar de eludir en el reconocimiento médico que fuera soldado. Y así la noche anterior a ese reconocimiento ha de tragarse un hueso de aceituna envuelto en una mechita de algodón y empapado todo ello en aceite. Parece que eso, una vez que alegara úlcera de estómago, y diera lugar a una radiografía, aparecería en esta una sombra que haría que, al menos, el médico dudara sobre el estado de salud del recluta. Después de los esfuerzos para encontrar y comprar la aceituna el primer día de la cita alegó lo de la úlcera y siete días más tarde fue citado para reconocimiento y radiografía. Con la expectación consiguiente se esperó el fallo de esta primera intentona....Pasado el plazo, hubo alivio, no completo, pero al menos esperanzador. El fallo médico consistía en esperar hasta una segunda convocatoria....Mi padre era una persona menuda, enjuto, más bien flaco que delgado lo que cuadraba con la alegación que de acuerdo con aquél médico que se llamaba Don Adrián habían preparado. Mientras tanto tenía derecho a un "chusco" de pan como parte de la ración alimenticia de un convocado a filas.